27.7.09

flor del viento


el camino lo hago yo hasta que acabo diluído en el espacio como un mantra irreverentemente falaz, circunstancial, botánico

soy yo, socorro

habían pasado ya dos semanas y nadie, en mi nuevo trabajo, parecía interesarse por mi vida. los grupos ya estaban formados. sus miembros se reunían para hablar durante los descansos. yo siempre al margen. será cuestión de tiempo, pensé. pero pasó otra semana más y no hubo ningún acercamiento de su parte. había que tomar la iniciativa entonces. lo curioso era que si intentaba integrarme a alguno de los grupos, formulando una pregunta, sus respuestas eran concisas, a veces monosilábicas

«mucho trabajo hoy, ¿no?» «sí»
«¿cuánto tiempo llevas aquí?» «bastante»

si optaba por el plano personal, jamás había un «¿y tú?» en sus respuestas

«¿vives lejos o más o menos por la zona?» «por el centro»
«¿qué haces por las tardes?» «estudio»

como no me pagaban para entrevistarlos, como tampoco pensaba seguir con absurdos interrogatorios (casi monólogos), como no estaba dispuesto a volver a ser el marginado (esta vez no), decidí tomar cartas en el asunto. sabía quién podía ser mi salvación: el Maestro Hadji (también conocido como Molay, Kaba, Mamy, Adama, Diaby, Taslimi, Ismael, Conte, Sila), gran e ilustre vidente africano. su eficacia me dejó perplejo cuando luego de 72 horas los signos empezaron a ser visibles. aumenté de peso de manera poco uniforme. a la miopía le acompañó la halitosis y a ésta constantes ataques de verborrea y tics nerviosos. me reía sin saber por qué, solo o acompañado. pasar por una larga hilera de vehículos estacionados suponía detenerme cada dos metros a ver cómo se acentuaban algunas verrugas, lunares y acné post-adolescente en partes de mi cara. mi pelo: indescriptible. taras de diversos calibres aparecieron con espontaneidad. y nada me molestaba, nada me provocaba vergüenza o sufrimiento. me sentía bien conmigo mismo

amigos y familiares cercanos mostraban abiertamente su desacuerdo ante mi rotunda negativa de ir al médico

«no necesito ir. tampoco es que me sobre el tiempo»

ahora, cada vez que mis compañeros venían a mi cubículo para saludarme, para que les contara qué había hecho el fin de semana o para invitarme a salir al patio a fumar un cigarrillo mientras hablábamos de las nuevas incorporaciones a la oficina, esos raritos, enfatizábamos, yo sonreía con siniestra alegría

16.7.09

¿has vuelto?

hace falta el ascua
la soga al cuello
el argumento insano
de tus pechos
la sombra de tu cuerpo
adormecido